domingo, diciembre 16, 2007

viaJe::..::.::

Nunca he sido buena para las despedidas.
Cuando tenía miedo porque sabía que algo en mi vida iba a cambiar, evitaba a toda costa que el momento llegara.
Quizás por eso mismo, exceptuando un episodio, nunca he sido capás de terminar con mis pololos aún queriendo hacerlo... le tengo terror a arrepentirme... el darme cuenta de lo que tengo hasta que lo pierdo es una frase demasiado recurrente en mi memoria.
Los recuerdos son frágiles, se supone incluso que uno vive sólo hasta que alguien es capás de recordarnos, y ahora que emprendo un nuevo rumbo y poco a poco estoy reaccionando con los cambios que tendré que enfrentarme, no sé que hacer para que no me duela sentir que estoy terminando una fase de mi vida.
Tengo la maleta abierta, intentando seleccionar lo mejor de mis recuerdos para poder vivir lejos de ellos, de mis afectos, de las relaciones que me mantienen cada día más viva. Nueva York me suena a sueño anhelado tantos años... vivir allá es algo que aún no entiendo pero de lo que tengo sólo una certeza: en un par de semanas mi lugar de residencia será Brooklyn y mis recuerdos estarán amontonados en un rincón de mi maleta esperando a ser desempacados.
Siendo sincera, aún no reacciono del todo.
Pasan los días, y el sentir que todo es una cuenta regresiva me hace un poco de sentido.
En mi vida he aprendido a extrañar a personas, a situaciones, incluso un par de veces me he aferrado al pasado de forma casi terrenal, pero no estoy acostumbrada a extrañar mi vida completa en Chile.
Ya no habrán batidos de frambuesa en medio de la tarde, ni piscinazos ni Bikram con mi hermana al lado creyendo que estoy concentrada.
No habrán gritos de mi madre, ni Sanne Nuss ni mis discos porteños que tanto cuido.
No habrá un closet que defender de mis hermanas, ni idas al cine con mi pololo, ni aprender a esquivar los recuerdos esparcidos por esta ciudad.
Ni mis perras y sus ladridos, ni mi cama que tanto me ha dado, ni el poster de mi película favorita mirándome desde lo alto de mi pieza...
Sólo quedaremos yo y los recuerdos, yo y esa maleta cuidadosamente elegida donde caberá lo que vale la pena guardar, porque hay límite de peso y no queremos empezar con exceso de equipaje.
Entonces cuando esté ese 4 de enero en el aeropuerto, con los ojos anhegados en lágrimas y una sonrisa sincera, sabré que para conocer la luz tenía que conocer también la oscuridad, y respiraré profundo porque sé que algo me dirá que los recuerdos de toda una vida, simplemente se llevan dentro del alma... y ellos me mantendrán unida a todo lo que más quiero.
Con miedo, con ansias, con las manos llenas de tanto soñar y una mirada que dice más que mil palabras....