domingo, octubre 04, 2009

Las Horas

Ella maneja con tranquilidad, aún no siente nada.
Mira para afuera, prende un cigarro concentrada en la carretera.
Sólo canta fuerte un disco demasiado antiguo,
sólo se le apreta el alma pero no se nota.


Ella colecciona historias que a nadie le cuenta, sólo a ella misma.
Ha probado de todo y a todos, y ya está cansada de dar explicaciones.
Mira fijo y serio a los ojos cuando quiere molestar,
se traga libros y palabras para poder entender las razones del estar viva.


Ella piensa. Demasiado. Analiza, mira, objeta cada situación cercana.
Y claro, se cansa demasiado rápidamente.
Pero también sabe reir. Entiende la mezcla perfecta de la locura y la magia,
pero no tiene idea del amor.
Aunque se ha enamorado, sólo un par de veces.

Ella cierra los ojos para no sentirse partida en dos,
e intenta sólo recordar el fin de semana pasado porque fue memorable,
porque estuvo con aquellas personas que le hacen que valga todo la pena,
que nada se olvide, que todo sea diferente.


Ella tiene rabia con ella misma por tomar desiciones que la agotan,
porque se aburrió de jugar a las escondidas,
porque quiere gritarte en la cara que nada es como piensas, que le gustas, que está aprendiendo de nuevo, lento, irreal, pero está volviendo a confiar.

Ella se toca el pelo y anda en micro. No le teme a los extraños, es más, goza analizándolos y etiquetándolos en su mente.
Ella tiene un futuro claro, que sólo ruega que llegue rápido.
Porque el presente la ahoga, porque necesita con urgencia que le llegue vida a su vida.

Tatuajes del alma, de esos que no se borran con nada.
Miles de estrellas que alumbran su camino, intentando que no se pierda, que siga derecho, que evite olvidar.
Porque es lo único que le queda; los recuerdos que sólo le sirven para no morir lentamente,
para creer que nada es para siempre,
para asumir, de un momento a otro que está sola,
y que es demasiado tarde para mejorar.
O para arrepentirse.